jueves, 3 de abril de 2008

Ad Astra, per Aspera

PREFACIO DE "EL CONDE DE HAIMBHAUSEN Y EL MISTERIO DE VEAS-01"








Cuando el año 2003 me enteré que después de la Venta de Armas, el Tráfico de Drogas, y el Tráfico de Especies Animales, el cuarto mayor negocio lucrativo del mundo lo constituía la Comercialización de Meteoritos, debo confesar que me pareció demasiado increíble. No consideraba lógico que unos cuantos gramos de material rocoso o metálico provenientes del espacio, que hasta entonces yo pensaba que sólo servían para estudiar el origen y el destino del Universo, pudiesen tener rangos de valor tan variables, pudiendo costar desde unas decenas de dólar hasta varios miles de dólares un sólo gramo.




A raíz de un asombroso descubrimiento que uno de mis amigos realizara, y que dice relación con el hallazgo de un Meteorito No Clasificado de más de seis toneladas, denominado Veas-01, sin quererlo me vi envuelto en una serie de complejas situaciones que me ayudaron a abrir los ojos y a entender por qué estas piezas extraterrestres eran tan valiosas, al tiempo que pude comprender cómo en este negocio, al igual que en las “mafias”, existen órdenes emanadas por “cúpulas” controladoras que incluso actúan sin ningún soporte científico, aseverando y conjeturando leyes, cuyo único propósito es la consecución de sus objetivos contingentes. Y como el campo del estudio de los meteoritos involucra a todas las disciplinas de la Ciencia, estando de por medio complejos experimentos y análisis, es muy difícil, incluso para los especialistas, comprender el origen y la formación de estas piezas para posteriormente comprender el origen del Universo y del Sistema Solar.




Así por ejemplo, y aunque todo el mundo científico acata la idea de un Big-Bang para el comienzo del Universo, y aceptan la idea de una nebulosa que formó el Sol y sus planetas, parece que pocos buscan comparar la mera especulación divagatoria con los resultados empíricos que pueden obtenerse de los análisis efectuados en trozos de meteoritos. El caso es que en base a observaciones astronómicas y a suponer ciertas velocidades estándares tanto para galaxias y cúmulos distantes como para estrellas más cercanas, mediante la llamada Constante de Hubble, se ha estimado que el Universo tendría entre quince mil y veinte mil millones de años de antigüedad, en tanto nuestro Sistema Solar tendría la edad de cinco mil millones de años, habiéndose formado a partir de una nebulosa cuyo gas fue condensado debido a una presunta supernova cercana que inició su colapso gravitatorio, aunque nadie menciona que si esta idea fuese correcta y por ley de conservación de la masa y momento angular, el momento angular del Sol debiera ser igual al 98% del Sistema Solar, en tanto los planetas debieran contener sólo el 2% del mismo. No obstante, las observaciones revelan asombrosamente todo lo contrario: el Sól apenas posee un 2% del momentum angular, en tanto los planetas poseen el restante. Los científicos de esta área establecen que no puede existir meteoritos con un contenido de níquel inferior al uno o dos por ciento, aunque no hay ley geológica que lo estipule; establecen que las condiciones de isotropía y homogeneidad del Espacio Vacío es igual en todos los puntos del Universo, sin pensar que fuera o dentro del Sistema Solar existan vastas áreas con un índice de refracción negativo, situación que sólo recientemente se plantea, o que las abundancias isotópicas no sean las mismas en todo el Universo.




Sin embargo, y luego de haber nosotros mismos financiado la gran mayoría de los exámenes, pudimos realizar algunas observaciones en Veas-01 que contradicen lo actualmente establecido. Luego de perforar el meteorito hasta unos diez o doce centímetros de profundidad y recogiendo el “sarro” o residuo que había internamente, dos prestigiosos laboratorios determinaron la cantidad de uranio, torio y plomo que la Roca contenía. Simplemente, suponiendo que las abundancias isotópicas para los elementos uranio, torio y plomo son similares a las del Sistema Solar, y que la constante de decaimiento para el torio y el uranio es similar al terrestre, la edad que la Roca arrojó, por decaimiento de torio, fue entre tres a cinco veces superior a la edad estimada para el Universo, usando la Constante de Hubble. Además descubrimos que el material interno de la Veas-01, al ser expuesto a los haces de neutrones térmicos de un reactor nuclear, generaba una ventana de absorción gama sólo comparable a los metamateriales que actualmente se diseñan, con índice de refracción negativo. Por otro lado, la cantidad de níquel contenido en todas las zonas de la Roca no superan el 0.2% en peso, análisis que desmiente la idea de que los meteoritos metálicos no puedan contener menos de un uno o dos por ciento de este elemento. Adicionalmente, el hallazgo de los meteoritos extraídos del Chaco y el encontrado por los doctores polacos Marek Krapiec y Andrzej Kotowiechi, demuestran especimenes que tampoco parecen tener níquel. La mayoría de los meteoritos que se comercializan en Chile provenientes de la zona de El Chaco muestran un alto nivel de oxidación y herrumbre sólo explicable a la ausencia total de níquel. Por otra parte, los trozos que el profesor Cecil Bud Eisler posee en el Museo Mineralógico de Copiapó, los cuales son claramente hierro con menos de un uno porciento de níquel, no poseen líneas de Widdmanstatten, y dicen provenir de un siderito de cerca de cincuenta toneladas conocido como el Gran Chaco, hallado en el año 1576. Sin embargo, y aunque la Meteoritical Society certifica este hallazgo e indica que los meteoritos del Chaco poseen en torno a un cinco porciento de níquel, la realidad demuestra que estas piezas sufren una rápida oxidación, no poseen las líneas de Widdmanstatten, como tampoco se ha certificado la existencia del gigantesco meteorito Gran Chaco de donde presuntamente vienen estos trozos, y que esta entidad dice avalar. Nadie hasta ahora ha mostrado los diagramas de estabilidad para el hierro y el níquel, de modo de establecer científicamente los porcentajes en que pueden coexistir ambos elementos.




Veas-01 ha generado una gran controversia dentro del mundo científico que medra en esta área. Sus grandes diferencias con los meteoritos clasificados han llevado a algunos especialistas a elucubrar sobre la posibilidad que esta Roca fuese de origen inteligente o humano, lo cual provoca rechazos diversos. Si Veas-01 fuese un objeto fabricado ya sea por los seres humanos o por una civilización anterior la edad de ella debiera ser inferior a la edad de la Tierra, esto es, menor a los cuatro mil quinientos millones de años, lo cual es contradicho por los análisis de edad determinados por el decaimiento de torio en plomo.




Por tanto, lo anterior lleva a dos posibles conclusiones finales: o Veas-01 fue fabricado por una civilización distante y extinta miles de millones de años antes que nuestro Sol se formara, o bien esta Piedra proviene de zonas del Universo donde las leyes de las abundancias isotópicas y su correspondiente índice de refracción pudiesen ser muy distintos a los que medimos en las cercanías a nuestro planeta. Personalmente, y como científico, me inclino por la segunda idea. Con ello, no estoy descartando la posibilidad de que alguien, o algún grupo, con conocimientos avanzados en metalúrgica pudiesen haber intentado trabajar esta estructura con posterioridad a su caída. Y esta sospecha vino acompañada de una posible confirmación.




Los meteoritos pétreos o rocosos como condritas carbonáceas traen consigo un mineral conocido como Maskelinita, el cual se forma a muy altas presiones. Sin embargo, si este mineral es sometido a un proceso de altísima temperatura este mineral se transforma en otro mineral secundario llamado Leucita. Y fue precisamente este mineral el que se halló en varias zonas de Veas-01 rodeando un área que contiene una extraña cavidad rectangular que indica claramente una intervención humana y de personas que tenían muy buenos conocimientos en técnicas de fundición. Como nada hubo, en cuanto a tecnología se refiere, antes de la fundición de Viña del Cerro al interior de la ciudad de Copiapó, que era usada por diaguitas y atacameños para trabajar cobre hasta el año 1470, y nada hubo entre el año 1770 y 1940 en Chile, en materia de fundición, fue para mi evidente que esta perforación rectangular fue manipulada entre la llegada de los españoles y la expulsión de los Jesuitas en 1767. Pero como internacionalmente los conocimientos para fierro colado y sin azufre fueron resultados desarrollados en el siglo XVIII, el rango buscado se estrechaba aún más: la Roca debió haber sido tratada entre 1720 y 1767, sin más alternativas. Y como eran Alemania y Holanda quienes impulsaban el desarrollo industrial europeo, con Segismundo Haimbhausen a la cabeza, tanto en la invención de las modernas técnicas para acuñar monedas y medallas, como de fundador de la Real Academia de Ciencias de Baviera, entonces había que buscar si algún miembro de esta familia había llegado a Chile. La respuesta fue afirmativa cuando me enteré que el hijo del conde de Haimbhausen, hoy una provincia de Dachau, había llegado junto a otros alemanes a Chile el año 1724, dominando varias técnicas desconocidas para los españoles y portugueses de la época. El sacerdote se llamaba Karl von Haimbhausen, o Carlos de Haimbhausen, o simplemente como se hacía llamar en Chile, Carlos Haymhausen. El fallecería en Santiago de Chile el día siete de abril del año en que la Compañía de Jesús fuese expulsada de todo el imperio español por el rey Carlos III, y sus restos serían puestos en un sarcófago puesto verticalmente en una cripta que actualmente se encuentra bajo el ala oriental de la Iglesia de los Jesuitas de Calera de Tango, Monumento Nacional desde el año 1971, gracias a un decreto firmado por el entonces presidente de Chile, don Salvador Allende Gossens.




Cuando descubrí en el inventario de Fondo Jesuitas, del Archivo Nacional de Santiago, que los religiosos de la Hacienda de Calera de Tango tenían una máquina eléctrica traía a Chile presumiblemente antes de 1765, fue para mi evidente que a la Universidad de Leiden le cabía participación en estos hechos, todo lo cual me llevó a determinar que el sector donde la Roca Veas-01 fue encontrada correspondió al terreno que los padres jesuitas llamaban Hacienda de la Ollería, donde probablemente los religiosos efectuaban algunos experimentos metalúrgicos.




Aunque muchos fueron los documentos que puede encontrar de este sacerdote tanto en los archivos de la Biblioteca Nacional como en el Archivo Arzobispal, dos hechos gravitantes me han impedido escribir un libro histórico mostrando los reales datos recopilados y conclusiones obtenidas durante estos años. Primero, los socios propietarios de Veas-01 me han prohibido publicar documentos que se relacionen con el tema que es de su investigación exclusiva; y segundo, aún requiero de al menos un año para registrar los archivos existentes en las bibliotecas y centro de documentación en Europa, donde pueda hallar textos que complementen y certifiquen mi investigación.




Por los dos puntos expuestos, y siguiendo los consejos de un par de amigos, decidí escribir entonces una Novela Histórica hipotética, titulada "el Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01", basándome en algunos datos históricos hallados, en tanto otros han sido abiertamente modificados en fechas y contenidos para hacer coherente el mensaje. De esta forma, partí considerando, como hipótesis de trabajo, que la expulsión de los religiosos que eran de la Compañía de Jesús obedeció a un plan estratégico más que político o económico, impulsado por las naciones que conformaban el vigente Reich o Sacro Imperio Germano Romano, desde el año 846 d.C. con el tratado de Verdún. El plan del Reich era formar un imperio, utilizando a los jesuitas, en los países que hoy corresponden a Chile y Argentina. Pero al no lograr el apoyo necesario por parte de la Iglesia Católica, la cual influenciaría fuertemente las decisiones de las monarquías españolas y portuguesas, el Reich determina penetrar las logias masónicas de Londres, y con los fondos que se recibiera en la Bolsa de Metales se financiaría el establecimiento temporal del Imperio en el Norte de América, mientras las ideas independentistas, con el paso de las décadas, convencieran a la Iglesia Católica y a sus aliados de negociar el Sur del Mundo. De este modo, y a pocos años de la expulsión de los jesuitas de los reinos de España, Francia y el resto del mundo, y desde el seno de la Iglesia en 1772, se formaría este imperio transitorio, que siempre estaría controlado por Inglaterra, denominado Estados Unidos de Norteamérica. En otras palabras, los jesuitas fueron eliminados para permitir la creación de Norteamérica, porque de lo contrario Chile y Argentina hubiesen tomado la delantera en el manejo de la economía del Mundo.




"El Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01" intenta explorar una misma idea expresada desde diversos puntos de vista, por medio de diálogos y pensamientos ocurridos con siglos de diferencia, con el objetivo de mostrar sutilmente los cambios de paradigmas que el conocimiento de un mismo hecho puede inducir en grupos o en personas distintas.




Es por ello que, un escritor amigo mío, me recomendó escribir una Novela Histórica hipotética narrando situaciones y acontecimientos similares a los acontecidos, pero creando nombres nuevos, personajes ficticios, alterando algunas fechas y modificando la lectura de ciertos escritos de manera de dar coherencia a una narrativa. Una Novela, díjome mi amigo, no debe ser considerada un Libro Histórico, aunque cuente hechos que hayan sucedido en la vida real, de la misma forma que un libro de Ciencia Ficción no es considerado un libro de ciencia, aunque su autor sea un científico y el escrito presente documentos reales sobre investigaciones científicas. Fue así, con este nuevo punto de vista, y utilizando anécdotas tanto reales como supuestas sucedidas tanto al padre Haimbhausen como a los propietarios de Veas-01, y a la Roca misma, que me lancé en este proyecto de intentar reescribir una hipotética Historia de la Humanidad, y sobre el Poder detrás de las monarquías, imperios y democracias, entre los años dos mil antes de Cristo hasta un hipotético año 2012.




Aunque la novela "el Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01" siempre circula en torno a la vida y obra del sacerdote con el título nobiliario de conde, así como también en torno a la vida de los presuntos e hipotéticos protagonistas dueños de Veas-01, siendo el único real el propietario don Jorge Veas Núñez, el texto aborda temas de controversia histórica como el surgimiento de los Francorum, o monjes merovingios insertos dentro de la Orden Benedictina, la Milicia del Temple, hasta 1319, la Orden de Cristo, hasta 1540, la Masonería y su Gran Logia de Londres, y los religiosos de la Compañía de Jesús, entre 1540 y el año en que el rey de España, Carlos III los expulsa de todo el imperio en 1767. Como puntos adicionales, mi novela muestra una posible explicación a la aparición de la Ilustración, la Revolución Francesa, el surgimiento de Napoleón Bonaparte, y mucho antes la huida de los papas a Avignon en 1304, la creación de la Iglesia Anglicana y la Luterana como resultado de la búsqueda de excusas para su separación de la Iglesia Católica, todos hechos sucedidos como causa o efecto de la Creación del Primer Reich, o Sacro Imperio Germano Romano, con el Tratado de Verdún en el año 843 d.C., cuyo único objetivo era eliminar el poder de las monarquías locales para formar un Gran Imperio gobernado por un Parlamento con poderes extraordinarios que dictase a los reyes o emperadores sus decisiones sobre el destino del Mundo. En otras palabras, los casi mil años que duró el Reich, cuyas ideas provenían tanto del antiguo Imperio Romano y del Antiguo Egipto, y basadas en las antiguas creencias judaicas sobre el Milenarismo, dio origen, según mi novela, a todos los acontecimientos que la historia conoce hasta nuestros días. Es por ello que el jesuita chileno Manuel Lacunza, quien publicase en tres tomos su magnífica obra sobre el regreso del Mesías en gloria y majestad, sirve de inspiración a toda la estructura de gobierno inglés y a la del recién creado Estados Unidos.




Otro aspecto polémico que mi novela aborda es sobre la verdadera razón, a mí entender, sobre la causa de la expulsión de los jesuitas de todo el Reino de la Indias de América. Mi libro propone que los Jesuitas impedían la creación de Estados Unidos de Norteamérica debido a la influencia que Alemania ejercía a través de ellos, por el control sobre los terrenos del Sur del Mundo, entendiéndose por éstos, Chile y Argentina. Y quienes estaban detrás de la idea de formar un Imperio en el Sur fueron principalmente los jesuitas del Colegio de Ingolstadt de Munich, donde la influencia de la familia Haimbhausen era fuerte, sobre todo durante gran parte del siglo XVIII. Como ningún imperio se puede desarrollar sin tecnología independiente de los gobiernos e imperios de turno, mi supuesto fue determinar si hacia Chile y alrededores de Argentina y Paraguay los padres y coadjutores de la Compañía de Jesús habrían traído técnicas e instrumentos que no se conociesen ni en España o Portugal, como tampoco en Inglaterra o Francia. Y el resultado fue sorprendente. Cada invento que los ingleses decían haber patentado, era impulsado por un alemán o por ciudadanos dentro del círculo de influencia de Bavaria o Suiza, existiendo muchos aportes que sólo eran conocidos en Alemania y en Holanda, con la gravitancia que ejercía la Universidad de Leiden. Y antes que estas técnicas fuesen conocidas en España, dueño de América, ya en territorio chileno existían estas tecnologías, implicando que el plan era formar un Imperio en estas latitudes, donde la Cruz del Sur tocase tierra con su travesaño mayor. Según mi novela, la Orden de Cristo, Caballeros de Cristo o Milicia de Cristo, entidad formada en Portugal el año 1319 para proteger e insertar a los miembros de la expulsa Orden del Temple, descubren y exploran el Nuevo Mundo entre fines del siglo XIV y mediados del siglo XV, creando mapas cartográficos perfectos en base a su invento de la latitud y de la longitud que luego sería publicado en 1567 por Gheert Cremer, más conocido como Gerardus Mercartor, y su Proyección de Mercator. La novela supone cómo el último papa en Avignon, el sabio Benedicto XIII, reivindica su lealtad a Roma, y ayudado por los miembros de la Orden de Cristo, huye hacia la antigua fortaleza de los Templarios en Aragón, en la localidad de la Peñíscola, llevando consigo importantes documentos y mapas cartográficos, que luego pasarían a manos de los monjes del Monasterio de la Rábida y a los Reyes Católicos. Ahí nacería la expedición de Cristóbal Columbus.




El libro propone que los miembros de la Orden de Cristo, ex Templarios, calculan por fin el punto donde la Cruz del Sur se posa con sus brazos en tierra. Este punto correspondía al Grado 33 de latitud Sur, y quienes conocían de cómo calcular y determinar geográficamente este punto serían conocidos en adelante como Maestros del Grado 33, haciendo abierta referencia a la latitud donde la Cruz del Sur parece tocar el horizonte. Con la secularización de esta orden y la creación de la Compañía de Jesús el año de 1540, los conocimientos de los ex miembros del Temple pasan a manos jesuitas, poseedores del antiguo conocimiento de la Orden Jerosolimitana del Templo del Salomón. Pero debido a roces existentes entre los jesuitas bávaros de Ingolstadt y el seno de la Iglesia Católica, y aprovechando el gusto de los Maestros Canteros o Masones por el conocimiento oculto, los padres de la Compañía de Jesús deciden penetrar y controlar a partir de 1717 todas sus logias, partiendo por la Gran Logia de Londres. Ahí los masones aprenderían y harían suyo los conocimientos de los jesuitas, que a su vez provenían de los extintos templarios, usando para si el calificativo de Maestros del Grado 33, aunque ellos mismos, con el tiempo, no supieran el verdadero sentido de la frase, porque todo conocimiento científico olvidado se transforma luego en una alegoría hasta que es reemplazado por el mito y la leyenda. Como dato anecdótico, y aunque a comienzos del siglo XVIII la Corona Británica pagaba en premio la suma de 20.000 libras esterlinas al matemático o científico que pudiese resolver el “Problema de la Longitud” dando a los mapas una acuciosidad de medio grado, muchos años antes las ciudades de Santiago y Buenos Aires se fundan precisamente en el Grado 33 de Latitud Sur, implicando que quienes determinaron su emplazamiento geográfico sabían ya de coordenadas geográficas.




Con los jesuitas controlando la Masonería, por un lado, y con jesuitas dentro del seno de la Iglesia, el Vaticano decide excomulgar a los masones, temeroso de un nuevo Cisma al ver que muchos clérigos y obispos simpatizaban con sus ideas; y cómo no iba a suceder esto, cuando eran los propios jesuitas quienes controlaban sus logias.




Mi novela además ataca la “ingenua” creencia de que son los Illuminati quienes mantienen el poder sobre el Mundo o sobre Estados Unidos. Con un poco de conocimiento histórico el libro explica que los Illuminati no son más que ciertos grupos jesuitas surgidos desde el ya mencionado Colegio de Ingolstadt, liderados por Adams Weisshaupt, quien no logró más que generar una facción diferente y fallida entre los Jesuitas leales a la Iglesia y aquellos que controlaban a la Masonería de Londres. Serían entonces los propios jesuitas quienes se expulsarían a si mismos. Los jesuitas que desde Londres y Francia controlaban la Masonería, para poder formar Estados Unidos, el Imperio Transitorio de Norteamérica, debían expulsar a los jesuitas que desde la Iglesia buscaban formar el Imperio en el Sur de América. Y aunque el Reich inicialmente apoyaba incondicionalmente a la Compañía de Jesús, esta situación cambia cuando España, Portugal y el Vaticano deciden impedir que un Imperio se forme sin la completa tutela europea. Y como la independencia en el Sur no fue autorizada, el Reich usando a los jesuitas que controlaban la Gran Logia, determina que se ocuparía a la Corona Británica y a la Iglesia Anglicana, para financiar por medio de las tributaciones que resultaban de la venta de commodities o materias primas en la Bolsa de Metales de Londres, para la formación de Norteamérica.




Sin los jesuitas dentro del imperio español en 1767, y sin los jesuitas en la Iglesia en 1772, y mientras el Reich buscase durante las décadas venideras, negociar con el Vaticano la formación del Imperio definitivo en el Sur, desde Londres se manejaría el nuevo Imperio del Norte, creado el 4 de julio de 1776, por medio de los antiguos jesuitas disidentes. Por ello, explica la novela, que muchos de los jesuitas que estaban en Norteamérica continuaron en sus funciones aún después de la creación de Estados Unidos, como sucedió con John Carroll, jesuita que luego asume como primer rector de la Universidad de Georgetown. Esta universidad, hoy jesuita, sirve y sirvió en el pasado como centro de operaciones y de formación para los agentes de la luego creada Central Intelligence Agency, así como los jesuitas de Maryland mantienen fuertes vinculaciones con la Nacional Security Agency. Sin embargo, desde un punto de vista práctico y de conocimientos adquiridos, el libro propone que los actuales miembros jesuitas distan mucho de poseer la sabiduría de los jesuitas que actuaron hasta el siglo XVIII, de manera que quienes hoy lo más cercano a las enseñanzas por ellos propuestas están dentro de las Logias de la Alta Masonería. Es en la Gran Logia donde reside el conocimiento de los jesuitas del silgo XVIII. Pero como las actividades del padre Haimbhausen en Chile se mantuvieron ligadas siempre al seno de la Iglesia Católica, este sacerdote temiendo que sus conocimientos cayeran en malas manos, expone esta novela, los ocultó en diversas localidades dentro del territorio nacional, y en algunos lugares argentinos cercanos a la cordillera de los Andes. Y para garantizar que la posición de estos puntos no se olvidara, por diecinueve años, junto a un religioso holandés, el padre Carlos de Haimbhausen habría escrito un mapa con símbolos e ideogramas, grabados en un Cáliz de metal meteorítico, posiblemente extraído de Veas-01, y que explica el trozo rectangular faltante de la Roca, y recubierto dicho copón luego con plata para ocultar los reales símbolos. El libro entonces crea la ficción de que un masón inglés ligado a los Altos Conocimientos, de apellido Heizung, y aprovechando que cumple funciones diplomáticas en Chile, decide sustraer el mencionado Cáliz desde el Museo de la Catedral, el año 1982, presionando para ello al Nuncio Apostólico de la época. Esta parte del libro es muy entretenida, porque hipotéticamente entremezcla esta ficción con los hechos que ocurren cuando Chile apoya secretamente a Inglaterra en su lucha por el control de las Islas Falkland.




Aunque muchos otros aspectos se tocan en "el Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01", como el tema del Oro, la forma en cómo se mueven los dineros en el Mundo, la verdadera función de las fundaciones, el origen de la Deuda Externa por el primer préstamo de un millón de libras esterlinas que Londres concede al ministro de O’Higgins, Antonio de Irrisarri, el objetivo del libro es mostrar una situación hipotética donde un objeto como Veas-01 puede revertir importantes decisiones mundiales y generar el cambio de Visión, cuando cambia un Paradigma. Los mismos norteamericanos han sostenido desde hace muchos años “Cuando cambia un Paradigma, todo vuelve a cero”. En base a este principio mi novela revela cómo finalmente es Londres, y no Estados Unidos, quien compra Veas-01 para intentar desarrollar tecnologías de punta, con el objetivo de acelerar la caída económica de Estados Unidos y de los países del Asia. Al mismo tiempo, se narra una hipotética situación donde los socios y propietarios de Veas-01 astutamente plantean una forma de negociación, con uno de sus socios buscando obtener la misma suma en libras esterlinas con el adicional de un depósito de Oro Físico movido hacia Chile, el que se calcula en base a la variación del valor de la Onza Troy entre el año en que la NSA, dirigida por un hipotético general Hendel, se interesa en comprar por vez primera la Roca y el año en que finalmente se adquiere. El libro propone que al no poseer el Banco Central sus reservas de Oro pertinentes, los socios propietarios de Veas-01 aprovechan esta situación para fortalecer el peso chileno creando su propio banco nacional a la vez que garantiza negocios y proyectos en América Latina. De esta manera, sin proponérselo en un comienzo, los propietarios de Veas-01 se transforman en los protagonistas de la formación del Imperio del Sur, que una vez la familia de Haimbhausen y los jesuitas del silgo XVIII pensaron, donde la Cruz del Sur posa sus brazos sobre la Tierra.




AGRADECIMIENTOS



En primer lugar deseo agradecer el apoyo que mi hermano Iván, médico de la ciudad de Copiapó, y su señora, Marisol, me brindaron al invitarme a quedarme en su casa para, lejos del ruido y constante ajetreo de la ciudad de Santiago, pudiese finalizar mi libro con toda la tranquilidad y silencio requeridos, además del vehículo que me proporcionaron para terminar investigaciones que serán publicadas en futuras obras, si Dios quiere.




En segundo lugar, deseo agradecer a todos mis colegas científicos, escritores e historiadores por su invaluable apoyo a esta obra, quienes con sus conocimientos técnicos e informes completísimos, permitieron que esta Novela fuese escrita con cierta base científica, aunque evitando un sobrecargo de términos excesivamente técnicos que hicieran molesta su lectura por parte de un lector no especializado. Por ello, no puedo de dejar de mencionar a mi amigo y colega Jorge Reyes Molina, físico teórico e ingeniero físico, y académico de la Universidad de Chile; a mi amigo geólogo y miembro del equipo investigador de Veas-01, doctor Brian Townley Callejas, académico de la Universidad de Chile; a mi amigo y socio, don Jorge Veas Núñez, quien me ha transmitido todos estos años su experiencia como empresario minero; al resto de mis socios y propietarios de la Roca Veas-01; al profesor Luis A. Cordero, doctor en matemática y académico de la Universidad de Santiago de Compostela, por su aporte en las expresiones paramétricas y gráficas para la Espiral de Fermat Retorcida; al doctor en medicina, don Arturo Pemjean, por autorizarme a explorar los terrenos de su propiedad, que antes, en el siglo XVIII, pertenecieron a los jesuitas de Calera de Tango; a mi colega y amigo, Jorge Anfruns Dumont, por sus consejos y aportes, transmitiéndome su experiencia de seis libros publicados; a mi amiga de viejos tiempos, Claudia Möller Racondo, destacada doctora en historia de la Universidad de Salamanca, por nuestras antiguas conversaciones sobre la vida y obra de Carlos V, impulsor y defensor de la idea de la creación de la Compañía de Jesús; a la señora Gabriele Donder-Langer y al señor Erlebach, de la localidad de Haimbhausen en Dachau, Alemania; y a muchos otros que hicieron posible la producción de esta primera obra.