jueves, 28 de mayo de 2009

LOS ANTIJESUITAS

I.– INTRODUCCION



La Historia la escriben los Vencedores”. Esta es una de las frases que más podría ajustarse a la situación vivida por los sacerdotes y religiosos que hasta el año 1767 fueron de la Compañía de Jesús. El libro “El Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01” propone una explicación definitiva que demostraría que la Compañía habría sido expulsada por el Rey Carlos III muy a su pesar, y sólo para equilibrar las fuerzas que desde Inglaterra (controlada en ese entonces por ex Jesuitas alemanes de Ingolstadt) se batían contra Europa con el objetivo de formar un Nuevo Imperio en el Nuevo Mundo. Y que los desbalances imperiales y la merma, por división interna, del Sacro Imperio Germano Romano o Primer Reich, alcanzaron hasta la propia Iglesia Católica lo que obligó al papa Clemente XIV, un 21 de julio de 1773, a expulsar definitivamente a la Compañía de Jesús mediante Decreto “Breve Dominus ac Redemptor”. La división que inicialmente toma lugar hacia mediados del siglo XVIII en el ya mencionado Colegio Ingoldstadt se traslada con posterioridad a toda Europa, produciéndose una división profunda e irreconciliable entre los Jesuitas: un grupo continuó siendo fiel a la Iglesia Católica mientras que el segundo se alejó de su seno y decidió penetrar y controlar las Ordenes Masónicas que en ese entonces pululaban sin sentido ni dirección en toda Europa, pero poniendo especial énfasis en el control de la Gran Logia de Londres unificada hacia el 1717. Al primer grupo, leal y fiel a los deseos de la Iglesia Católica Romana, perteneció el sacerdote y Procurador P. Carlos von Haimbhausen así como la gran mayoría de los religiosos y sacerdotes que con él vinieron a Chile durante el siglo XVIII. En tanto al segundo grupo, pertenecieron antiguos obispos y teólogos, tanto laicos como consagrados, destacándose entre todos ellos el teólogo laico y académico de Ingolstadt, Adams Weisshaupt, quien agrupó a muchos jesuitas disidentes dentro de los llamados Illuminati. Ya sin ligazón con la Iglesia Católica, y teniendo la autorización de la Corona Británica, los Jesuitas disidentes de Ingolstadt y algunos Illuminati (también jesuitas) toman el control total de la Masonería primero en Londres y luego en Escocia con el objetivo de crear un Imperio en el Nuevo Mundo. En efecto, mientras los Jesuitas aún leales a la Iglesia, como el P. Haimbhausen, buscaban formar el Imperio en el Sur del Mundo, en los terrenos que hoy comprenden principalmente Chile y Argentina (que finalmente no sería aprobado por la Iglesia, ni por las Coronas Española, Portuguesa y Germana), el grupo de los jesuitas disidentes, y sabiendo de esta negativa en contra de la Compañía por parte del Vaticano, inició la creación del mencionado Imperio en el norte del Nuevo Mundo Descubierto, sin las restricciones ni presiones papales ni españolas. Y así, el resultado fue la expulsión de la Compañía de Jesús desde todas las Indias en 1767, luego la expulsión desde el mismo Seno de la Iglesia en 1773, y luego anulada en toda Europa por las principales coronas que antes formaron parte del Sacro Imperio Germano Romano. Con esta acción tomada por la Iglesia Católica, aquellos jesuitas expulsos, que ahora no siguieron leales al Vaticano, y que dejaron sus hábitos, como es el caso de John Carroll, formaron parte del grupo de los antiguos y ya agrupados Jesuitas Disidentes, con la libertad de crear, sin oposición, el 4 de Julio de 1776, el nuevo Imperio en el norte de América, el que hasta 1767 se pretendió alguna vez para Chile. Se trata de Estados Unidos de Norteamérica.

II.- EL PRIMER REICH O SACRO IMPERIO GERMANO ROMANO

El libro “El Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01” explica a través de sus personajes, y a medida que transcurren los hechos, que en la antigüedad, cuando la Antigua Roma se fundó y se expandió en toda su extensión, ya su estructura política y militar no era original sino una preservación de hechos y costumbres que se remontaban miles de años en el pasado; incluso su famosa Guardia del Pretor, o Guardia Pretoriana, utilizaba una vestimenta que era conocidamente arcaica para aquella época. En símbolos fenicios, una Legión o Guardia es representada por el “Zayin”, símbolo que semeja a una J con un pequeño puntal a la derecha, o bien similar al número 1; en tanto que el Pretor, o lugar que la Guardia rodeaba y protegía se podía representar por el símbolo fenicio “Nun” que tiene la forma de un número 7. De esta forma, dice el libro, Guardia del Pretor se podía escribir en caracteres ideográficos fenicios como “17” ó “J 7”. Ya por aquellas remotas épocas, y gracias a los impresionantes estudios astronómicos efectuados por los árabes y por otras civilizaciones antiguas, como los egipcios, se hablaba de formar un Imperio en aquella zona donde la misteriosa y apenas visible Cola del Centauro parecía tocar tierra. Y como en el pasado los sacerdotes eran también guerreros o destacados soldados, esta Guardia (J) se autoproclamaba como el Poder (6, en lenguaje fenicio) de Horus (O, en ideogramas también fenicios), ó el Poder de Dios (6 O).

Con el correr de los siglos, y con la decadencia del Imperio Romano, muchas de las ideas originales quedaron en conocimiento de los Merovingios, quienes a partir del siglo VI ingresaron a la Iglesia Católica por medio de los Monjes Benedictinos, formando una orden monástica interesante y a la vez extraña, que se radicaron en las zonas bávaras y alrededores, conocidos como “Monjes Francorum” o “Frankish”, cuyos miembros eran mayoritariamente de origen germánico. Los Francorum, con pensamiento antimonárquico, junto a otros intelectuales, y seguidos por ricos comerciantes, comenzaron a promover que toda Europa debía estar regida por una suerte de Parlamento o Senado, similar al que siglos antes existió durante el apogeo del Imperio Romano, con la diferencia que ahora se proponía respetar el cargo del Emperador o Monarca que entonces regían en los diferentes terrenos europeos, siempre que éste acatara las decisiones que este “Parlamento Internacional” determinase. Dos siglos después, y debido al éxito que estas ideas de los Francorum tuvieron en la entonces Europa Central, y sobre todo en la zona alemana de Francia, en la zona flamenca, así como por los seguidores del emperador Carlomagno, el año 843 d. C., se acepta esta propuesta de restar el poder total que en forma indiscriminada ejercían hasta entonces los emperadores, mediante la firma del Tratado de Verdún. Así nacería el “Heiliges Romisches Reich Deutscher Nation” o “Primer Reich” o “Sacro Imperio Germano Romano”, el cual duraría practicamente un Milenio, hasta aproximadamente el año 1818.

Con el paso de los siglos, y a medida que Europa se fortalecía más y más, bajo el alero del Primer Reich, las monarquías gobernadas siempre desde el Seno de la Iglesia Católica, hacia fines del siglo X, buscaron la forma de recuperar Jerusalem, para muchos el verdadero Ictus, Pretor o Temple (7, en simbología fenicia). Nacerían así, y a partir de 1099 las primeras Cruzadas. Y así como en el pasado el Imperio Romano tuvo su ejército de elite, con una Compañía de fieles Soldados que defendían al Pretor –dice el libro “el Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01”-, así también el Primer Reich o Heiliges Romisches Reich Deutscher Nation, buscaría tener una Guardia o Compañía (J ó 1, en simbología fenicia), aprobado por la Iglesia Romana, cuyo objetivo fuera defender las idas y venidas, desde y hacia la sagrada ciudad de Jerusalem. Entonces, en el año 1119 de Nuestro Señor, y en la ciudad de Jerusalem, siete caballeros formarían la Compañía del Ictus (J 7) u Orden del Temple (J 7), para posteriormente, el 13 de enero de 1128, con aprobación del Papa Honorio II, formarse oficialmente la “Milites Templi Salomonis”. La sede oficial de los caballeros de la Orden del Temple (J 7) estaba en ese entonces, en la ciudad de Jerusalem, en la mezquita de Al-Masjid Al-Aqsa, la que fue terminada de construir por el mundo musulmán en el 710 d.C., en recuerdo de que su profeta Mahoma fue llevado a cielo por el Angel Gabriel, en el año 621 d.C. A partir de entonces, la Milites Templi Salomonis, apoyada oficialmente por el Vaticano como una orden religiosa, sentiría que sus miembros eran también representantes en la Tierra del Poder de Dios (6 O). Por ello, en una frase –dice el libro- los caballeros de la Orden del Temple y su misión como defensores de Dios, se resumiría en los siguientes ideogramas: J 7 6 O

Con correr de los años los Templarios (J 7) desarrollaron importantes alianzas y estrategias comerciales para con los mismos gobernantes del mundo musulmán, aprendiendo de estos últimos grandes secretos metalúrgicos como los es la elaboración del legendario Acero de Damasco, a partir de los medallones de hierro o “wootz” elaborados en la India, transformándose esta Orden del Temple en un poder científico y económico muy por encima de lo que los propios monarcas europeos, y hasta el propio papado, hubiesen deseado. Muchos de los territorios de Europa y que estaban en manos, aparentemente, de monarcas, eran en realidad propiedad de los Caballeros Templarios, y así como el Rey de Portugal, hacia el 1250 había cedido todo su territorio a esta orden, hacia el 1300 la Península Ibérica y otros territorios más al oriente estaban próximos a ser administrados por ellos; lo cual evidentemente no gustó ni al Rey de Francia de la época, Felipe IV El Hermoso, como tampoco al Papa Clemente V, con quien tenía un grado de parentesco. Grande era la Deuda Financiera contraída de Clemente V y de Felipe IV para con la Orden del Temple, de tal forma que en 1307 el rey francés captura y luego de un juicio asesina al Prior de la Orden del Temple, un soldado de jerarquía con escasa instrucción intelectual, llamado Jacques de Molay. El Juicio contra la Orden del Temple, acusada injustamente de Herejía, dura hasta el año 1314, siendo el año decisivo el 1312 cuando el Papa Clemente V, desde el exilio en Avignon, y perseguido por las principales familias italianas, suprime y anula la Orden del Temple, luego de 193 años de vida. Sin embargo, los verdaderos controladores de la Orden del Temple continuaban ejerciendo su influencia desde la zonas germanas y en todo el territorio de Portugal, el cual fue de su propiedad hasta el año 1319, cuando mediante un acuerdo, el Rey de Portugal (a pedido del Vaticano) disuelve la Orden del Temple, aunque crea al mismo tiempo la Orden de Cristo o llamados Caballeros de Cristo. Entonces, aquel año, los caballeros de la Orden del Temple devuelven todo el territorio al Rey de Portugal, se retiran de la Orden del Temple (que es disuelta) e ingresan como miembros de la Orden de Cristo, puesto que Cristo es el Ictus o Temple (7). De este modo la Orden de Cristo (J 7) o los Caballeros de Cristo (J 7), ahora sin pertenecer a la Iglesia Católica continúan libremente sus expediciones e investigaciones, y las técnicas de navegación y los instrumentos astronómicos, muchos de ellos aprendidos del mundo árabe, es incorporado a sus oficios, lo que les permite conformar fabulosas cartas de navegación. Y como ellos sabían que serían perseguidos en Europa y en terrenos cercanos, centran sus exploraciones hacia el Occidente, y –según el libro “El Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01”- les permite el Descubrimiento de un Nuevo Continente situado mucho más hacia occidente de las Islas Azores. Y aunque no existe documento específico sobre la fecha exacta del Descubrimiento de América, el libro propone que tal hecho fue conocido y aprobado por el último papa en el exilio, Benedicto XIII, hacia el año 1390, cuando abjura de su papado en Avignon, acepta la dinastía papal que está en Roma, se reconcilia con las familias más influyentes de Italia, y se refugia en Aragón, en la Fortaleza Templaria de la Peñíscola, donde permaneció, protegido hasta su muerte en 1423, ordenando y recopilando mapas que los europeos no lograron identificar. No es de extrañar, entonces, que pocas décadas después haya sido Aragón y Castilla, por intermedio de los reyes católicos, y con la ayuda de los monjes del Monasterio de la Rábida, iniciara sus exploraciones para oficializar el Descubrimiento de América que al menos 100 años antes habrían realizado los templarios, que ahora residían dentro de la Orden de Cristo, creada en Portugal. Establece el libro que, para aquel entonces, sólo los miembros más ilustres de esta orden ya conocían perfectamente los esquemas para cartas de navegación basados en la latitud y longitud, tal como muy posteriormente, recién en el año 1567, es expuesto por Gerardo Mercator.

Luego de muchas discusiones y problemas entre las coronas, el aún presente Primer Reich, establece que es importante incorporar a los antiguos caballeros de la Orden del Temple al seno de la Iglesia Católica. Los militantes de la Orden de Cristo estaban dispuestos a entregar todos los detalles de los nuevos terrenos descubiertos, así como la posición exacta del Golfo de San Matías, que hoy corresponde a Argentina, hasta donde los navegantes de la Orden del Temple habrían llegado décadas atrás. Los Templarios sabían que era una cuestión de pocas décadas antes que los británicos y sus circunstanciales aliados, los franceses, pudiesen hacerse de estos terrenos, recorrerlos plenamente y planificar la instalación de colonias, de manera que los actuales descendientes de aquellos de la Orden del Temple (J 7) preferían que las nuevas tierras quedasen en manos de la influencia del Vaticano, y de las coronas españolas y portuguesas (siempre aliadas de los Templarios), respaldadas por las monarquías germanas y por la Casa de Austria. A cambio de estos datos y de la influencia de estas monarquías, respaldadas por el Primer Reich, los antiguos caballeros de la Orden de Cristo pedían ser reincorporados el seno de la Iglesia Católica, y que las nuevas tierras fuesen administradas por ellos. Así como en el pasado, ellos controlaban y administraban con eficiencia los terrenos de las monarquías europeas, ahora ellos pedían ser restituidos y poder administrar a su arbitrio los terrenos del Nuevo Mundo, en especial aquellos que estaban al Sur del Mundo, donde la Cruz del Sur (la Cola de la Constelación del Centauro) parecía tocar tierra, en el paralelo “Grado 33”, que hoy corresponde a las ciudades de Santiago y Buenos Aires. No obstante, y debido a la oposición total de la Iglesia Católica de Inglaterra, siempre más afín a la monarquía británica que a las ideas del Vaticano, el papado aceptó el Acuerdo, pero decidió posponer por algunas décadas la reincorporación de los Templarios.

III.- LAS ARTIFICIALES IGLESIAS ANGLICANA Y LUTERANA

Los ex Templarios cumplieron con su parte al probar, mediante la expedición de Cristóbal Colón en 1490, la existencia del Nuevo Mundo que se denominaría con el tiempo América, en honor a Américo Vespucio; de manera que ahora era importante que los Papas cumplieran la suya. No obstante, para evitar roces principalmente con Inglaterra y con Francia, que se oponían al regreso de los Templarios, que con su Cruz buscaron llegar a todas partes del Mundo, los papas Julio II, León X y Clemente VII optaron por clausurar conversaciones en este sentido, aduciendo que no se tratarían durante su administración. Molesto el Primer Reich con esta decisión, que entendía no respetaba los acuerdos contraídos tiempo atrás, se realizó un continuo hostigamiento sobre la Santa Sede afín que el papa restableciera la Orden del Temple, y permitiera que la administración de las nuevas tierras estuviese bajo su alero. Alertado por estas incursiones bélicas, el Papa Guerrero, Julio II, en el 1506 hizo reclutar mercenarios venidos de la Provincia Helvética (Suiza) para que defendieran el Vaticano ante posibles ataques planificados por el Sacro Imperio Germano Romano. Esta guardia sería la que luego fuese llamada Guardia Suiza o Guardia Papal. Fue así como durante el papado de Clemente VII, y bajo las órdenes del rey de España, Carlos V, un 6 de Mayo de 1527, se efectuó un ataque conjunto sobre el Vaticano, donde perdieron la vida 147 guardias papales.

El papa Clemente VIII estaba siendo obligado a aceptar la reincorporación de la Orden del Temple, por lo que quienes ejercían poder sobre el Rey Enrique VIII, buscaron la forma en que la Iglesia Católica de Inglaterra se separase de Roma, creando así el problema artificialmente bien urdido de Ana Bolena. Un simple problema de “alcoba” permitiría a la Corona deshacerse de las decisiones romanas, y romper para siempre con las decisiones de un ahora débil papa Clemente VIII, presionado por las decisiones del Sacro Imperio. Desde aquel momento, Inglaterra continuaría con su propia influencia, totalmente separada de las decisiones del resto de Europa, independencia que luego le reportaría excelentes dividendos en el futuro, como veremos seguidamente. Esto mismo sucedió con la Iglesia Luterana, en donde se escogió un intelectual un tanto ingenuo, Martín Lutero, para atacar las bases de la Iglesia Católica, y así poder ser usado por el Primer Reich para moderar la actitud de la Curia Romana. Aunque no es objeto aquí entrar en estos detalles, puesto que se exponen en el libro “El Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01”, basta decir que el autor propone que estas dos “iglesias” creadas no son más que ardides artificiales para obligar al Vaticano a ceder sus posturas.

IV.- LA COMPAÑÍA DE JESÚS ES LA ORDEN DEL TEMPLE

Debido a las acciones protagonizadas por el monarca español Carlos V, finalmente en 1534 se elige a un Papa afín con los acuerdos suscritos con el Reich, y ofrece compensaciones económicas a los obispos y religiosos pertenecientes a la Iglesia de Inglaterra aún leal con Roma. Este papa sería Paulo III, quien sabiendo que la Orden del Temple no gustaría a Francia, y para evitar nuevas divisiones, decide reincorporarlos bajo un nuevo nombre ligeramente diferente, aunque en el fondo, es el mismo. Así, un 27 de Septiembre de 1540, mediante la Bula Regimini Militantis Ecclesiae, aprueba la creación de la Compañía (J) de Jesús (7), bajo el lema “a cualquier parte del Mundo bajo la Bandera de la Cruz”, una frase que recordaría los extintos caballeros templarios. Nuevamente, y como sucedió en el pasado con la Guardia del Pretoria, y con la Compañía u Orden del Temple, ahora sus descendientes tomaban un nombre similar: eran los militantes de la Compañía de Jesús, el Poder de Dios, que en simbología fenicia sería: J 7 6 O. Donde fuese hallada esta frase, sería el indicio de su presencia y mostraría el interés por un territorio en particular.

Aunque el libro explica en casi 400 páginas los cientos de actividades que la Compañía de Jesús realizó en los nuevos territorios descubiertos en el Nuevo Mundo, con especial atención en Chile, es interesante notar que los religiosos y sacerdotes de esta orden eclesiástica, fueron recibiendo con el paso de los años, y por donación sucesiva, los territorios que inicialmente pertenecieron a los capitanes y comandantes del ejército real enviados por España, lo cual prueba la complicidad existente entre dicha monarquía y los padres de esta compañía. De esta forma, y a mediados del siglo XVIII, dos de las terceras partes de todo el terreno cultivable y civilizado conocido, de lo que hoy es Chile y en las provincias que entonces era de nuestro territorio, y que hoy corresponden a Argentina y Paraguay, eran de propiedad de esta congregación religiosa. Y si bien en un comienzo los religiosos fueron llamados con sorna, Jesuitas, posteriormente ellos mismos incorporaron este apodo para ellos.

Los Jesuitas lograron en Chile todo lo que un imperio como España no pudo hacer en su propio territorio. Las tecnologías de la imprenta de calidad, de la fabricación de acero de alta calidad, las primeras máquinas generadoras de electricidad, los relojes de mejor precisión y técnica, los Cáliz y Copones más bellos, todos fueron incorporadas a Chile antes que en muchos países de Europa, demostrando que era Chile más lo que es hoy Argentina, y quizá parte del Sur de Brasil, el territorio pensado para formar el Nuevo Imperio del Sur, precisamente en donde la Cruz del Sur (su travesaño menor) parece posarse sobre la Tierra.

Más, con el tiempo, la Iglesia Católica recibió múltiples quejas en contra de los miembros que pertenecían a la Compañía, y muchas de ellas no sin razones muy atendibles. Desde evasión de pagos por Aduana, hasta contrabando y especulación con Negocios a Futuro con el negocio del Azúcar, fueron algunas de las principales acusaciones en su contra. Y aunque en numerosas oportunidades tuvieron que rendir cuentas ante la Corona Española, los efectos no pasaron más allá de una leve reprimenda. Y esta acción estaba completamente justificada, puesto que no debemos olvidarnos que en esa época el Estado y la Iglesia estaban unidas, de manera que un sacerdote perfectamente podía influir en decisiones políticas y económicas. Sin embargo, hacia inicios del siglo XVIII, y con algunos acuerdos secretos entre las monarquías de Francia e Inglaterra para con el Vaticano, para frenar el crecimiento de las presuntas riquezas de los Jesuitas en la administración de los terrenos de las Indias de América, los avances de la Compañía en la región comenzaron a limitarse, hasta el punto que Ministros y Gobernadores eran designados por España, para impedir que estos religiosos pudiesen hacerse de nuevos terrenos o para evitar que las familias más acomodadas les donaran sus riquezas. Y como detrás de los avances científicos y técnicos que los Jesuitas poseían en Chile, estaban siempre las familias más influyentes del territorio de Baviera, y sus zonas afines, más los importantes aportes dados por la Universidad de Leiden, en Holanda, los religiosos de estas zonas no se resignaban a perder todos los esfuerzos que habían logrado después de siglos: la creación de importantes universidades y casas de estudios, la primera abolición de la esclavitud que la Historia tenga conocimiento en el Mundo, gracias a las gestiones iniciales en 1612 del padre Luis de Valdivia, etc., todo lo cual apuntaba a dar cabida al siguiente proyecto: los jesuitas, encabezados por su Procurador, el padre Haimbhausen, deseaban consolidar empresas industriales que desde Chile elaborarían, a un menor costo de producción que en Europa, todo tipo de herramientas, utensilios, y artefactos sofisticados, que en Viejo Mundo necesitase. Así, la compañía se haría cargo de la fabricación y del transporte de los productos terminados, colocándolos en los mercados europeos a pedido. Con el resultado de estas ventas y transacciones comerciales, Chile se convertiría en un Centro Financiero que podría desplazar la ya existente Bolsa de Metales de Londres, permitiendo que este territorio situado al Sur del Mundo, pudiese generar las ganancias necesarias para trasladar las principales entidades bancarias a este lugar, sin tener las restricciones y “apreturas” por materias primas y calidad de sus recursos naturales, que eran típicas y constantes en Europa.

La respuesta, en el segundo tercio del siglo XVIII, por parte del Vaticano y de las coronas vinculadas a su influencia no se hizo esperar: no se permitiría a los religiosos que descendían de los caballeros de la Orden del Temple, ahora Jesuitas, a tomar el control de todas estas tierras, por considerarse que estas actividades serían atentatorias contra la sobrevivencia de las monarquías y posiblemente a las decisiones papales. Esta respuesta que más de la mitad de los sacerdotes, religiosos y albaceas de jesuitas esperaban caldeó los ánimos en las principales universidades y centros de estudio de Holanda y de Alemania, pero por sobre todo en la Universidad de Leiden y en el Colegio Jesuita por excelencia de Ingoldstadt. Algunos de los Jesuitas más contrarios al papado, que ya habían con éxito logrado penetrar las más importantes logias masónicas, hasta ese minuto buscando un beneficio más social y económico que de otro tipo, iniciaron sus conversaciones con la monarquía británica y con la Iglesia Anglicana, con el objeto de buscar que el Nuevo Imperio, inicialmente pensado en Chile, fuese ahora trasladado hacia el norte de América, donde las condiciones de vida eran inferiores y las batallas con los naturales eran mucho más violentas y sangrientas. Y aunque la idea de civilizar el territorio del América del Norte implicaba una brutal inversión, los jesuitas disidentes de Ingoldstadt con el pasar de las décadas fueron convenciendo a la corona británica de llevarlo a cabo, puesto que, al final y al cabo, los costos de dicho proyecto de formar este Imperio en el Norte saldrían de los impuestos recibidos por concepto de las operaciones comerciales de la Bolsa de Metales de Londres. Y si este imperio quedase supeditado a la Corona de Inglaterra, la propia realeza controlaría y recibiría los beneficios de los negocios que se generarían en aquellas tierras.

V.- LA CREACION DE ESTADOS UNIDOS DE AMERICA

Por ello, cuando la Iglesia Católica en 1748 excomulga a los Masones, por el hecho que muchos obispos y sacerdotes pertenecían a estas logias, y en especial, vinculados a la Gran Logia de Londres, a los jesuitas disidentes salidos de Ingoldstadt les facilita su decisión de alejarse del Vaticano y de trabajar con sus nuevos socios, y antiguos enemigos, los ingleses. Dos grandes grupos antagónicos se formarían entonces: aquellos fieles a la Santa Sede, quienes acataron la prohibición de formar el Imperio en Chile, pero que nunca se dieron por vencidos; y aquel grupo que, ligado a la Corona Británica y a la Gran Logia de Londres, buscaba la oportunidad de formar el Nuevo Imperio en América del Norte.

Fue como entonces que, no sabiendo la Iglesia Católica qué grupo, entidad, o miembro de la Compañía de Jesús seguía fiel a ella, y por el temor a ser traicionada por jesuitas vinculados a Inglaterra, la Santa Sede y las Coronas Españolas y Portuguesas iniciaron una cuestionada persecución a todos sus miembros, limitando a todos ellos sus atribuciones. Esto terminó con reacciones como la Revolución Francesa, y con el triunfo de las ideas independentistas en oposición a las monarquías, aunque en ellas no se cuestionó ni se malogró el poder de la Corona Británica en la isla. El principal perdedor fue Francia, en primer lugar, y luego España, por no haberse decidido en un primer momento si apoyarían al todavía vigente pero debilitado Primer Reich, o bien si diesen su respaldo a los Jesuitas Disidentes de Ingoldstadt (entre ellos los Illuminati formados por Adams Weisshaupt) que ahora trabajaban con la Corona Británica, la cual era ungida y respaldada por su iglesia local, los Anglicanos.

Fue así como, guiado por el Conde de Aranda (probablemente siguiendo mensajes ingleses), quien tenía un particular odio a los Jesuitas, el Rey de España, Carlos III, con fecha 31 de Marzo y 1º de Abril de 1767, se ve obligado a firmar la expulsión de los religiosos que eran de la Compañía de Jesús. El 7 de abril de 1767, supuestamente víctima de la enfermedad de La Gota, fallece en Calera de Tango el Procurador de la Orden Jesuita, el padre Carlos von Haimbhausen, y ex Conde de Haimbhausen. Sus restos son dispuestos en una pequeña cripta circular situada en el ala oriental de la capilla o Iglesia de Calera de Tango. La orden de Expulsión, firmada por el Rey de España, se ejecuta en Chile el 26 de Agosto de aquel año, mientras que en la Isla de Chiloé, donde los Jesuitas tenían una fuerte presencia, se ejecuta el 8 de diciembre de aquel año de 1767.

En 1773, no conforme con la expulsión que las monarquías habían dictado en contra de los ex Templarios (hoy Jesuitas), y sin darle tiempo de un Juicio para presentar sus descargos, un papa también de nombre Clemente, en este caso, Clemente XIV, procede a disolver la Compañía de Jesús. De esta forma, sin tener una competencia de sus antiguos compañeros, los antiguos jesuitas disidentes encontraron el momento propicio para crear el Nuevo Imperio: Estados Unidos de América, un 4 de Julio de 1776.

En el exilio, a los jesuitas se les ofrece posiciones interesantes e influyentes a cambio de colgar sus hábitos, a lo cual accede el ex director del Colegio de San Ignacio de América del Norte, John Carroll, quien regresaría luego a dar carácter y estructura, en su calidad de Rector, en 1782, cuando el antiguo colegio jesuitas que él mismo había dirigido en el pasado, se convertiría en la famosa Universidad de Georgetown. Muchos destacados y estudiosos jesuitas expulsos se unieron entonces a sus antiguos compañeros disidentes de Ingolstadt, estos últimos trabajando desde antes de 1767 con las entidades británicas y masónicas; cumpliéndose con nitidez el refrán: “no hay peor cuña que la del mismo palo”. Ni todos lo ataques del pasado lograron doblegar el avance de los ex Templarios, incorporados al interior de los Jesuitas. Más la división iniciada en Ingolstadt provocaría que los mismos Jesuitas permitieran la expulsión de ellos mismos.

El tiempo siguió su curso, y cuando la mayoría de los religiosos y sacerdotes jesuitas, quienes declinaron en dejar sus hábitos, murieron de vejez o por enfermedades en la localidad italiana de Imola o en otros centros de reclusión en Europa, y bajo condiciones de miseria y abandono, hacia inicios del siglo XIX algunos de los sectores más conservadores de la Iglesia Romana reflexionaron en cómo los religiosos que habían sido de la Compañía de Jesús fueron la Luz de Europa y de América, fueron los lideres y motores de la creación de los principales inventos y avances técnicos y científicos, educando a la juventud, formado profesionales que lograban tener tres, cuatro y hasta cinco oficios; formando universidades e casas de estudio, etc. Sólo ahora, cuando un Napoleón Bonaparte servía de títere en manos de las monarquías en un intento infructuoso de oponerse a los avances de las Independencias, personeros de la Iglesia Católica se había dado cuenta del terrible error de haber expulsado a los Jesuitas, perjudicando a los sacerdotes y religiosos que siempre se mantuvieron fieles a ella, y decidió reincorporarlos. Lamentablemente, y para ese entonces, la mayoría de los jesuitas verdaderos habían muerto, estaban enfermos o seniles, o bien se habían incorporado a los grupos masónicos liderados por los ex jesuitas, y ya no les interesaba regresar al interior de una institución que en vez de actuar como una madre, les había causado mayor daño que sus propios antiguos enemigos. Hoy, los ex jesuitas gozaban de prestigio, de apoyo institucional, de recursos, y lejos preferían seguir trabajando en el Nuevo Imperio del Norte, llamado Estados Unidos de América.

No encontrado a nadie ligado a antigua Compañía de Jesús, y sacando mojes y religiosos de otras órdenes, más otros nuevos que nada sabían de los Jesuitas, salvo los “Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola”, el Papa Pío VII procede a reintegrarla, un día 7 de Agosto de 1814, mediante la Bula Sollicitudo Omnium Ecclesiarum, luego de casi 40 años de expulsión. La misión que el papa les había solicitado a estos nuevos “jesuitas” era educar a los jóvenes para convencerlos que las monarquías eran la voluntad de Dios, pues los reyes eran investidos por el Papa, representante de Dios-Cristo en la Tierra. En cambio, se les decía en esta nueva misión, había que mostrarles a los jóvenes que los Movimientos Independentistas eran ateos, movidos por el odio y por el “pecado”. Siguiendo este mismo lineamiento, el rey español Fernando VII, el 27 de Mayo de 1815, restablece la Compañía de Jesús, para que ésta sea una de las principales armas de defensa en la educación contra los movimientos independentistas.

No obstante, “los dados ya habían sido echados” y nada ni nadie podía ya revertir los inevitables acontecimientos históricos, en la cual todas las monarquías, a excepción de la inglesa, sufrían importantes retrocesos económicos y sociales, seguidos de estallidos de guerras y enfrentamientos que dejaron desde entonces virtualmente inmovilizados a España y Portugal, los que con el tiempo se transformaron en vivos fósiles que, aún hoy, viven del recuerdo de su pasado glorioso. Y para salir de un control de manos españolas, Chile decir entregar sus directrices a manos de Inglaterra y de su principal aliado: Estados Unidos. Pero como todavía quedaban importantes bastiones jesuitas camuflados, continuadores de la antigua línea instruida por el padre Haimbhausen y sus seguidores alemanes y chilenos, quedando oculta parte importante de su obra escrita en algún vericueto de nuestra irregular y ondulante geografía, desde aquel 5 de abril de 1818, Inglaterra ha intentado siempre tener control sobre este suelo por medio de un yugo denominado: la Deuda Externa, tema que se trata con bastante detalle y fundamentos en el libro “El Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01”.

VI.- LOS ANTIJESUITAS

Sin los verdaderos Jesuitas, Inglaterra y Estados Unidos se nutrieron con todos los inventos y desarrollos que aquellos desarrollaron en el pasado junto a sus aliados circunstanciales. Porque al fin y al cabo, eran también jesuitas los que enseñaron a los ingleses y a sus antes decaídas logias masónicas. Sin los antiguos Jesuitas, que se unieron a sus filas y dieron impulso a sus economías, los ingleses continuarían solo en su función de piratas y de receptores del conocimiento ajeno, mientras que las logias masónicas no habrían hecho sino continuar con su función de canteros y constructores, manejando un conocimiento oculto que no les era posible comprender en sus superficiales mentes.

Los nuevos “jesuitas” nombrados por la Iglesia, viendo que sus esfuerzos por movilizar a los jóvenes a ideas monárquicas, y sin los conocimientos que tenían los antiguos y verdaderos jesuitas, ni las habilidades para oponerse a la ancestral experiencia que ahora residía en la Masonería, en la Corona Británica y en Estados Unidos, estos nuevos miembros sintieron su fracaso y deambularon todo el siglo XIX sin rumbo, lo que les creó un profundo odio hacia las decisiones del Papa, a quien estaban unidos por el Cuarto Voto. Mientras que para los antiguos y verdaderos religiosos que fueron de la Compañía de Jesús, la profesión del Cuarto Voto era un honor y constituía un prestigio, para los Antijesuitas ó Anti-Jesuitas designados y nombrados por una Bula en 1814, el Cuarto Voto constituyó y aún constituye un enorme y pesado yugo.

Los Anti-Jesuitas, como ya se dijo, deambularon y fueron perseguidos en todos lados puesto el Mundo vio en ellos, salvo honrosas excepciones, que sus miembros no tenían nada que aportar a la sociedad. Sin acceso a los documentos del Archivo de Temporalidades, sin acceso a las propiedades de fue de los Jesuitas, y sin nociones del pasado, se movieron erráticamente y sin rumbo aparente hasta el año 1891, cuando el papa León XIII publica su famosa encíclica Rerum Novarum. Solo entonces los Anti-Jesuitas vieron un nicho permanente y no escudriñado por las otras órdenes religiosas: buscar los puntos de conflicto entre los sectores más desposeídos, pero no para ayudarlos o hacerlos salir de dicho estado de miseria, sino para perpetuarlos y hacerse de los recursos de los demás con el objetivo de adquirir un control como el que había obtenido los verdaderos Jesuitas expulsado en 1767. Los Anti-Jesuitas, para permanecer en el tiempo y para evitar posibles repercusiones por desobedecer de modo sistemático el Cuarto Voto, se han aliado con Inglaterra, con el Gobierno de Estados Unidos, y con las Logias Masónicas controladoras, quedando sometidos a ellos desde entonces, sin posibilidad de cambio ni marcha atrás. De ahí el constante temor que las personas chilenas o extranjeras busquen y escudriñen lo que sucedió con aquellos Jesuitas, que vinieron Chile, desarrollaron la nación, y fallecieron aquí, como es el caso del padre Carlos von Haimbhausen, Bernardo de Havestadt, Juan Nepomuceno Walther, entre otros, a quienes la nación les debe mucho.

No obstante, -concluye de forma determinante el libro “El Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01” – los Anti-Jesuitas y los propios controladores de Estados Unidos, siempre crédulos en La Cábala y en otras supercherías, anticiparon que el Imperio del Norte, es decir, Estados Unidos de Norteamérica, no tendría más que 250 años de estabilidad, después del cual se provocaría el caos y los enfrentamientos en todo su territorio. Y tal como si se tratase de una profecía autocumplida, los líderes de este Imperio del Norte ya han comenzado, desde mediados de los años sesenta, a moverse hacia el Sur del Mundo, trayendo sus capitales, sus tecnologías y familias, pensando que esta vez les será también relativamente fácil controlar Chile y Argentina, y formar un Imperio del Sur que dure, según ellos, un Milenio.

VII.- J 7 6 O



Aunque para los arquitectos, la extraña simbología que está grabada en la fachada principal externa, sobre la puerta de entrada de la Iglesia de Calera de Tango, construida por los arquitectos del Padre Haimbhausen, no es más que la forma en que los alemanes expresaban las fechas de término de una obra arquitectónica, en este caso un aparente año 17 60, al mirar mas detenidamente esta extraña fecha y al estudiar los documentos sobre la hechura de dicha Iglesia, vemos con asombro que dicha obra arquitectónica se terminó totalmente el año 1753, de manera que los religiosos debieron haber esperado siete largos años para inaugurarla. No obstante, y sin descartar que la Iglesia de Calera de Tango se haya realmente inaugurado o finalizado sus detalles en 1760, no es menos importante de destacar que el número que es interpretado como un UNO, es mas bien parecido a una JOTA con un puntal. En efecto, el autor del libro explica que al mostrar estos símbolos a algunos investigadores hebreos, éstos creyeron ver ideogramas propios de su lenguaje, los cuales a su vez descienden de los ideogramas Fenicios. Por increíble que parezca, ninguno de ellos creyó ver un año como el de 1760, sino ideogramas hebreos antiguos o símbolos fenicios. Y aunque no encontraron sentido aparente al leerlos de derecha a izquierda, esto es, O6 7 J, creen que alguien pudo dejar alguna frase clave al momento de interpretar sus caracteres individuales.

Ya al comienzo de este artículo se ha dado una posible interpretación si consideramos el siguiente orden: J 7 6 O, en el que podemos leer diversas frases, según la fecha o época en que nos situemos; y el libro “El Conde de Haimbhausen y el Misterio de Veas-01” explora algunas de estas posibilidades:

En la época del Antiguo Egipto, J 7 6 O, podría ser leída como “la Guardia del Pez, el Poder de Horus”; durante el Imperio Romano, la frase podría leerse como “la Guardia del Pretoria, el Poder de Zeus”; para los Merovingios y Francorum quizá la frase podría ser leída como “la Milicia del Ictus, el Poder del Ojo”; para los Templarios, hasta el 1319, pudo ser interpretada como “la Orden del Temple, el Poder de Dios”; para los Caballeros de Cristo desde el año 1319 y hasta 1540, la frase pudo leerse como “la Orden de Cristo, el Poder de Dios”; mientras que para los Jesuitas, entre los años 1540 y 1767, la frase podría interpretarse como “la Compañía de Jesús, el Poder de Dios”. En todas estas frases, el ideograma “Lamed” puede, además de Poder, ser interpretado como Látigo; mientras que símbolo “Ayin” puede ser interpretado como el Ojo, que puede ser el Ojo de la Providencia. En efecto, los Jesuitas, en muchas de sus obras arquitectónicas del siglo XVI, utilizaban como adorno de entrada o como parte del diseño, un Ojo inscrito dentro de un Triángulo; símbolo que también utilizó la Masonería, y los Illuminati, aunque esta simbología se conocía en el Antiguo Egipto.

Por otra parte, el libro explica que aunque existen numerosos documentos que muestran que los Jesuitas entre 1748 y 1766 habían implementado una excelente técnica en imprentas en territorio chileno, en Córdoba y en otros lugares de la hoy Argentina, ninguno de estos escritos o libros en colores se conocen hasta la fecha, nunca se han encontrado; ya que en los inventarios durante la expulsión se hallaron sólo manuscritos realizados por los propios religiosos, y que los únicos libros impresos inventariados fueron aquellos que se habían editado e impreso en Europa. Una de las proposiciones hechas en el libro, objeto de este resumen, es que, sabiendo los Jesuitas que serían expulsados y perseguidos por sus propios antiguos compañeros, quienes sabían a ciencia cierta de las técnicas e instrumentos usados, decidieron ocultar todo libro y tecnología implementada en lugares aún poco explorados dentro del vasto territorio chileno y argentino. Y con el objeto que las futuras generaciones, seguidoras de sus planes, hallasen estos documentos y su monumental obra, bien pudieron haber grabado mapas en la forma de grabados y figuras puestas como adornos en Copones o Cálices como el que en 1982 fuera robado del Museo de la Catedral, bajo curiosas circunstancias.

En conclusión, son variados los grupos que hoy pululan por el Mundo, pretendiendo ser los legítimos herederos de la Orden del Temple, del mismo modo, como a su vez, los actuales "jesuitas" (es decir, los Anti-Jesuitas) pretenden ser, desde 1814 hasta el presente, los herederos de un pasado glorioso que se extinguió en 1767, cuando expulsados los religiosos que fueron de la Compañía de Jesús (J 7 6 O). Más, dicho glorioso pasado está pronto a resurgir, como cuando la primavera empieza a tejer sobre las desgreñadas ramas de los árboles sus verdes frondas. El cambio está "ad-portas", pero antes es preciso "sacrificar" el actual modelo económico, así como las bases sobre las que nuestra sociedad se ha establecido por siglos; un sistema que, como la vejez, mira con pena la edad pasada que se aleja, porque ve el final que corre a su encuentro.

El nuevo sistema que se avecina, en cambio, es como la Juventud, que sueña, sonríe y espera. Porque sabe que el airecillo frío e insípido del "actual invierno" pronto se tornará aromado y cálido, oliendo a rosas y a jazmines, que dulcificarán el alma del que ha esperado pacientemente con las caricias sanas que envían las hierbas y flores de la "montaña"; así como cuando sentimos renacer, con la Primavera, los recuerdos de la primera edad de nuestra niñez, los ratos risueños de la juventud, como de viejos amigos que se reencuentran y comparten sus alegrías pasadas.

Así, quienes mantienen el antiguo sistema, observan con enfado y con dolor las "doradas nubes del atardecer", porque sus mentes vigilan, meditan y desconfían; con sus cuerpos cansados, y su vista fatigada. En cambio para el sistema que vuelve a la vida, con nuevos bríos, las "doradas nubes del atardecer" son una contemplación del paraíso cercano del mañana, de una aurora sonriente, plena de risueñas esperenzas.