domingo, 31 de julio de 2011

BERNARDO DE HAVESTADT Y SU MUSICA DEL SIGLO XVIII

Durante el siglo XVIII, el sacerdote jesuita alemán y Procurador de la Orden, el padre Karl von Haimbhausen, trajo en 1748 -entre otros notables profesionales del arte y de la ciencia- al maestro en música, el padre Bernardo de Havestadt, quien compuso diversa música religiosa y un Catecismo para los niños mapuche de aquella época. Luego de más de dos siglos de extravío de este Cancionero en Chilidugu, y gracias al financiamiento de Fondart de Chile, el músico e historiador Victor Rondón y el grupo musical de la Universidad de Santiago de Chile, Syntagma Musicum, llevaron a cabo el presente proyecto, como fue el de musicalizar cerca de 20 temas de aquel Cancionero compuesto por el padre Havestadt. El tema siguiente se titula "Reconozcan todos" (Duamtumn vill pu che) y su letra es:

Duamtumn Vill pu che
Dios ni cúmegen,
Dios ni temogen,
Ni venten Apogen,
Quiñe Diosgen!
Vill duamtumbilu tvei,
Tva ta mn pibiel:
Veicu udequebin
Vill ta ni huerin
A ni Dios em!

La traducción al español, efectuada por don Gabino Curihuentro Coliqueo, natural de Hullío (comuna de Freire, IX Región), es la siguiente:

Reconozcan todos
que Dios es lo mejor,
que Dios es el que sana,
que es el Gran Creador,
que es un sólo Dios.
Es el que se preocupa de todos,
esto es lo que nos dice,
por eso deben repudiar todo lo que va
en contra de Dios.

En una aciaga madrugada del 26 de agosto de 1767, y con un cielo de nubes amenazantes, los religiosos de la Compañía de Jesús fueron expulsados de todo el Reino de Chile, y de todas las Indias de América, por Real Cédula emitida por el Rey de España, Carlos III. Carente de todo juicio justo, la Compañía fue disuelta sin permitirles a sus Procuradores una legítima defensa, prohibiendo y sancionando, Carlos III, incluso a quien desease con posterioridad revisar la Expulsión. En 1773 el papa Clemente XIV, procediendo similar al Rey de España, disuelve la Orden y la declara contraria a los principios de la Iglesia mediante la dictación de una Breve, sin permitir el establecimiento de un Juicio Eclesiástico justo y sin escuchar los descargos del Padre General de la Orden ni de sus Procuradores.

Esta música es un fiel testimonio de la gran obra de los Jesuitas, y cuya Expulsión constituye un acto infame perpetrado por el papa Clemente XIV y por el Rey de España, Carlos III; cuyos hechos claman por justicia "desde las profundidades de los tiempos".



El sacerdote Pedro Weingarten, contaría años más tarde en un carta escrita en latín, que a eso de las tres de la madrugada del 26 de agosto de 1767, la Guardia Real de Carlos III rodea el Colegio Maximo de San Miguel, en Santiago, procede a ingresar leyendo el Decreto de Expulsión, indicando a todos los religiosos su traslado a España, y que desde ahora no podrían acceder a sus pertenencias; todas las cuales fueron derivadas y administradas desde la Junta de Temporalidades.

En abril de aquel fatídico año de 1767, había fallecido el padre Carlos Haimbhausen, en tanto los sacerdotes Pedro Weingarten y Bernardo de Havestadt (el maestro de música) fueron enviados, junto a los demás religiosos, a Europa. Desde su exilio en Alemania, el padre Havestadt recordó su labor con el pueblo Mapuche y plasmó en 1777 su cancionero, cantado en idioma Chilidugu y entonado por un coro de niños. Dos siglos más tarde, en 1997, el grupo Syntagma Musicum y el Coro de los Niños Huilliches de Chiloé, revitalizan y traen desde el recuerdo esta hermosa pieza musical de antaño titulada "Jesús cad":

Jesus cad cúme uúi
In Montulvoe ni uúi
Ufchiqueeimi,
Pramlqueeimi
Ni ai úelchi uúi :|:

Vei vill ni mogen mo,
Vei ni lan antú mo,
Vill ni piuque mo,
Opuelchi ni uún mo
Pituabin

Jesús cad cu me uúi,
In Montulvoe ni u úi,
úfchiqueeimi,
Ni aiú elchi uúi!

La Expulsión de la Compañía de Jesús en 1767 fue dirigida, muy a su pesar y con gran contrariedad de las órdenes recibidas por Carlos III, por el Gobernador de Chile, don Antonio Guill y Gonzaga, quien -en circunstancias misteriosas- y mientras era investigado por España por cooperar con los Jesuitas avisándoles de su expulsión y violando el secreto del dictámen, falleció el 24 de agosto de 1768 (casi un año después de la Expulsión).

Luego de siglos olvidado, su tumba y lápida fue hallada en el interior de la Iglesia de la Merced, en la ciudad de La Luz (así conocida en aquel tiempo la ciudad de Santiago de Chile). Resalta en dicha lápida ciertos cambios en el Escudo familiar original de los Guill y Gonzaga, así como el "timbre" del mismo, compuesto por una Calavera y dos Tibias cruzadas.

Esta composición musical es fiel testigo de los hitos del pasado de Chile, así como de la injusticia cometida en contra de los religiosos de ese entonces, y cuyas acciones claman hasta el día de hoy por justicia; "desde las profundidades de los tiempos "sus voces claman a lo alto".



La composición de la siguiente melodía y arreglo se debe al sacerdote alemán jesuita Bernardo de Havestadt Hosfelman, quien nació en la ciudad de Colonia, Alemania en el año 1714. El era hijo de Federico Guillermo de Havestadt e Isabel. Ingresó a la Compañía de Jesús el 20 de octubre de 1732 llegando a desempeñarse como maestro de filosofía en Münster en 1744, si bien en marzo de aquel año figura como defensor en un evento académico público que trabaja sobre aspectos referidos a la Física.

Pese a su notable desempeño en sus actividades académicas y religiosas, Bernardo de Havestadt deseaba pasar como misionero al Nuevo Mundo, anhelo que se vio realizado en 1746, cuando el Procurador de los Jesuitas de Chile, el padre Carlos von Haimbhausen, viaja a Europa a reclutar misioneros, sacerdotes y hermanos coadjutores.

El presente tema musical compuesto en el Chile del siglo XVIII, por el padre Bernardo de Havestadt, se titula "A Señor Dios"; texto que desde el exilio, y luego de más de diez años de haber sido la Compañía de Jesús expulsada, escribe en 1777 en Alemania, en base a sus trabajos en estas tierras.

Huenu vemvoe,
Ta tue vemvoe
Montulvoe!
Ta mi cúmegen,
Ta mi Vútagen
Ta mi Diosgen ni vla
Villchi dgu mo cacha
lod aiúeimi!

údequebin
Vill ta ni piuque mo,
Villchi huera dgu mo
Vill ta ni huerin:
Dios ema!
Chae ema!
Perdon nillaeiu:
Huerilcahuelaian
Une laian.

El retraso social, educacional y económico que significó a los habitantes del Reino de Chile, tras la injusta Expulsión de la Compañia de Jesús, no ha sido hasta la fecha dimensionado, aunque por lo menos cien años detuvo el progreso que los Jesuitas del siglo XVIII habían impulsado en toda la Provincia. Ni el Rey de España, Carlos III, primero, en 1767, ni el papa Clemente XIV, luego en 1773, otorgaron un Juicio justo y basado en derecho, sino que impidieron que los religiosos pudiesen efectuar sus observaciones y descargos por las acusaciones de que fueron objeto; principalmente encabezadas por el nefasto Conde de Aranda, verdadero enemigo de los religiosos de la Compañía de Jesús.

Diversos cronistas han publicado, y entre ellos el Dr. Ricardo Cruz-Coke en su libro "Historia de la Medicina Chilena", que se hace necesario hoy una detenida revisión de todos los elementos que sirivieron de sustento y fundamento para expulsar a los Jesuitas, lo que implicó un atentado a los derechos de los ciudadanos de este territorio, y en un retroceso en materia de educación, conocimiento y salud del puebo; esta última deteriorada tras la expulsión del último jesuita encargado de la Botica (farmacia) de Chile, el padre Joseph Zeitler.



Pese a la destacada proyección profesional que en Europa tenía el padre jesuita Bernardo de Havestadt, ya por sus incursiones filosóficas, ya por sus aportes en Física, su deseo fue venir al Reino de Chile para participar en las misiones que los Jesuitas implementaban en la Araucanía y en la Isla Grande de Chiloé. Sus sueños se hiceron realidad cuando el padre Carlos von Haimbhausen, en 1746 -estando en Europa- lo recluta y, junto a otros artesanos, orfebres, ebanistas, relojeros y metalúrgicos, los trae el Nuevo Mundo en el año 1748.

El padre Bernardo de Havestadt haría durante el siglo XVIII lo suyo en música, similar a la labor que hacia fines del siglo XVII el sacerdote alemán Antonio Sepp implementó en el pueblo de Urubichá, llegando a construir uno de los primeros órganos (en dicha zona) que se conozca en sudamérica.

El presente tema, titulado "Cad Burenieve" fue olvidado por mas de doscientos años, hasta que en 1997 el historiador y musicólogo chileno Victor Rondón, junto al grupo Syntagma Musicum y al coro de los Niños Huilliches de Chiloé, y gracias al apoyo de Fondart, musicalizaron un total de 19 piezas compuestas por el padre Bernardo de Havestadt cuyas partituras se encontraron hace menos de quince años atrás. He aquí el texto en Chilidugu, sin traducción al español:

Cad Búrenyeve Señor Jesu Christo em!
Mu Cutanyeve inchin ta in Chao em!
Petu cutntulgei, petu hueralei
Ta in pulalu em

La ciudad de Santiago de Chile se conoció, en el siglo XVIII, como la Ciudad de la Luz, y aunque no está suficientemente claro el por qué de este adjetivo, algunos creen que tiene relación a que el travesaño menor de la Cruz del Sur, pareciera tocar el horizonte en torno al grado 33° de latitud, si bien hay otros quienes sostienen que los Jesuitas estaban trayendo al Reino de Chile todo el conocimiento avanzado desde Europa, con la finalidad de crear en estos terrenos una gran nación, totalmente independizada económicamente de Europa y de la Curia Romana.

Todo el desarrollo implementado por los religiosos de la Compañía de Jesús, fue "borrado" de súbito cuando el Rey de España, secundado por el Conde de Aranda, expulsan en agosto de 1767 a la Orden desde todas las Indias de América, sus miembros fueron llevados como prisioneros a diversas partes de Europa, ofreciéndoles la libertad a cambio de "colgar sus hábitos" y renunciar a la Orden de Jesús.

De este modo, varios de los antiguos jesuitas aceptaron este ofrecimiento y retornaron a países como EEUU, a colegios como el de San Ignacio, hoy la Universidad de Georgetown, donde sirvieron a grupos de poder como los Illuminati y otras órdenes masónicas, quienes justosos recibieron a los antiguos jesuitas, que tanto la Monarquía Española, en 1767, como el papa Clemente XIV, en 1773, despreciaron y desdeñaron.



El tema musical siguiente se denomina "Venteniu", y corresponde a una canción compuesta a mediados del siglo XVIII por el sacerdote misionero de la Compañía de Jesús, Bernardo de Havestadt S.J., y cuya traducción al español es la siguiente:

Si Dios es lo mejor,
Si Dios es lo máximo,
¿Por qué entonces yo no lo acepto
como el Salvador?
Muchas veces me entristezco
y le digo a mi Dios que me perdone.

La adaptación al español de esta pieza musical, fue realizada por don Gabino Curihuentro Coliqueo, natural de Huillío, comuna de Freire en la XI Región de Chile, quien hasta 1998 estaba radicado en la localidad de Compu, comuna de Quellón, Isla de Chiloé.

"La Expulsión de la Compañía de Jesús fue un acontecimiento trágico para la historia de Chile, por la injusticia del procedimiento violatoria de los derechos de tantos inocentes, y por destruir la cabeza de la comunidad cultural de toda una nación. Las consecuencias sociales, políticas, económicas y culturales fueron enormes y afectaron gravemente, más que en otros países iberoamericanos, el proceso civilizador del país, y por ende, el impuso y progreso de la medicina hispánica del Reino de Chile, entonces en pleno apogeo de su desarrollo".

"Además del despojo de los bienes (de los jesuitas), Carlos III (en realidad el Conde de Aranda) llevó a cabo una persecución ideológica contra la Compañía de Jesús. En efecto, en su pragmática contra la Orden, de fecha 5 de marzo de 1768, prohibió hablar en contra de la Orden de Expulsión, expurgó las bibliotecas de los autores jesuitas, y prohibió enseñar materias filosóficas y teológicas sobre autores jesuitas. Fue así como en agosto de 1769 el claustro de la Universidad de San Felipe (creada e impulsada por la Compañía) fue obligada a acatar esta Real Orden. Sin embargo, contrariando la voluntad del Rey, esta decisión no fue acatada por el Obispo de Santiago, monseñor Manuel Alday y Aspee (1712 -- 1788), quien fuera el mas destacado religioso diocesano del siglo XVIII".

Las consecuencias a mediano y largo plazo de la expulsión de los jesuitas, así como el desencadenamiento de ciertos hechos, que fueron —entre otros— los siguientes: bajo extrañas circunstancias fallece, víctima de la enfermedad de la Gota, en abril de 1767, el rector del Colegio Máximo de San Miguel y Procurador Jesuita, el padre Karl von Haimbhausen; un año después de cumplirse el Decreto de Expulsión de la Compañía de Chile, fallece el 24 de agosto de 1768 —por causa no precisada— el gobernador Antonio Guill y Gonzaga; al año siguiente, el 19 de Septiembre de 1769, fallece el médico, también amigo de los jesuitas y del gobernador, don Matías Verdugo, primer médico titulado chileno; meses más tarde, en diciembre de 1769, se produce un misterioso incendio en la Catedral de Santiago, a una cuadra del intervenido Colegio Máximo de San Miguel; luego, al año siguiente, el 6 de Julio de 1770, muere el Dr. Domingo Nevin, ante la consternación de todos los vecinos de Santiago quienes veían desaparecer al mejor médico de Chile y a la vez profesor de Prima Medicina y Protomédico del Reino de Chile; finalizando con la expulsión definitiva del sacerdote jesuita Joseph Zeitler, a cargo de la farmacia (botica) que benefició a todo el Reino de Chile así como a otras naciones.

El Dr. Cruz-Coke dice: "sin embargo, más allá de estas muertes simbólicas, la consecuencia más grave de la expulsión fue el desmantelamiento de la Botica de los Jesuitas, que era el establecimiento médico y farmacéutico científico más importante del país, donde tanto médicos como autoridades iban a buscar alivio para sus enfermedades y donde la cultura colonial tenía su biblioteca ilustrada más completa. La historia del proceso de auge y caída del núcleo cultural más importante de la vida colonial chilena, en la época de la Ilustración, es un capítulo dramático que merecería un detenido estudio".